La tierra y el agua como símbolo de fertilidad y vida, se transforman en paradoja con el adverbio que conforma el título de este texto, ya sabremos por qué.
Es la realidad, cruel, injusta, pero realidad al fin, en la que nos toca vivir y por la que nos toca luchar, luchar para la igualdad, para el acceso de lo que nos pertenece desde que tenemos derecho a la vida, por consiguiente derecho al agua, a la tierra, no está de más decirlo, la tierra como parte de la naturaleza es sujeto de derechos en esta patria ¿tierra sagrada?
Esta problemática de la tierra, cuyo problema neurálgico es la inequidad, histórica por cierto, concentrada en grupos de poder y centrada en la propiedad privada pasa también con el agua. En el Ecuador, este recurso en su mayoría está concentrado en manos de unos pocos: exportaciones agrícolas y grandes haciendas.
En consecuencia, la distribución justa de la tierra y el agua es un batallar constante para campesinos, comunidades, familias, etcétera. Es triste saber que prima la propiedad privada sobre la comunal y sobre la estatal misma, que las tierras se destinen al monocultivo y que esto a la vez la torna infértil con el tiempo, que la Constitución hable de promover políticas redistributivas y de prohibiciones de concentración de tierra y agua y que proteger el agua sea una política pública del gobierno nacional actual, cuando poco se ha hecho por la justa redistribución de este recurso para el riego… es triste saberlo, más aún comentarlo.
Si peligra la tierra y el agua, peligra la vida, peligran todas las formas de vida, la convivencia en comunidad, peligra el país; peligramos todos en cuanto se permita mantener el estatus quo, mucho peor, si se permite expandir e incrementa la explotación agraria excesiva e irresponsable de siempre, mientras no luchemos desde el suelo por nuestros suelos y desde el río por nuestros ríos.
Nos salvaremos en cuanto batallemos por solucionar la problemática, en cuanto estemos vigilantes de la Ley de Tierras que promueva una reforma agraria justa, donde los derechos colectivos se apliquen sin que se trastoquen los derechos individuales ni que éstos obviamente opriman a los colectivos. En cuanto se cumpla con la Constitución… Cuando Tierra y Agua ya no sean una paradoja, nos habremos salvado.
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