15 ago 2007

¡Basta de bestias!

Si hay algo que los pueblos exigen en el transcurrir de los tiempos es sin duda el poder de la palabra, para el beneficio del mismo conglomerado social. Expresarse libremente para exigir lo que por ley, derecho y lógica les corresponde, a través de los diferentes medios de comunicación, es necesario y obligatorio pero siempre y cuando no supere la norma de lo legal.

Es cierto, la comunicación es un hacer natural del hombre y un deber, pero hay que saberla canalizar y no manipularla, como se hace en la actualidad, cosa que escuchamos y vemos diariamente en las radios y televisoras manabitas, a toda hora, en varios segmentos, desde el despertar del sol, hasta el dormir de la luna y lo más increíble, en los programas supuestamente noticiosos e informativos… más bien son alarmistas, escandalosos, desinformativos, sensacionalistas y atrasa pueblos, los que analizan y comentan a su antojo. Eso es lo que nos proporcionan los “grandes periodistas pulcros” (según ellos) que desgraciadamente no saben comunicar y se lavan las manos expresando: ‘el pueblo lo dijo’… qué pena por ellos… los periodistas anticomunicadores.

El oyente o telespectador que vive cansado de las injusticias y atrasos de las ciudades se manifiesta por un canal moderno, eficaz, veloz, en la mayoría de los casos de una manera sutil, dolida y resumida en cada frase del mensaje de texto que el famoso teléfono celular nos facilita. Gran invento y a la vez gran oportunidad para que el comunicador tergiverse la idea manejándola a su modo, hasta llegan al extremo de inventarse mensajes que los salva de toda culpa, pero como ‘así dice el mensaje’ (según ellos), y el pueblo tiene la razón, el pueblo pasa ha ser el inculto, y el que no mide sus palabras… ellos no son más que inmaculados voceros (loros) y aquí viene el pero; pero, si el ciudadano expresa su sentir de una forma no adecuada o si la oración carece de semántica, el periodista debe ser el medio regulador y no pecar de buen lector.

Lo siento por ‘ellos’, no todos. En fin son analistas, sociólogos, hasta jueces, se pasan del deporte a la calle con huecos, tan inmensos como el de sus ideas, es verdad que el periodista debe saber de todo un poco, mas no decir en una o media hora de programa, un poco de todo. En los programas nocturnos de denuncias comunitarias (los que ya tienen su tiempo y los que recién empiezan), donde el personaje principal es el invitado de la noche, se le denuncia las falencias de su administración pública en plenas funciones, contesta la interrogante el invitado, y en el momento menos pensado el conductor del programa lo interrumpe de la forma inculta y escandalosa para lucirse con sus comentarios que llevan a la confusión del televidente, para su información, el telespectador no es ningún pendejo…Etcétera, etcétera y etcétera… por esto y más ¡Basta de bestias!

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